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El sociólogo Eugenio Tironi afirmó que el Chile de hoy avanza a un ritmo tal que ya se puede decir que “estamos pasando de un capitalismo oligárquico a un capitalismo democrático. Esa es la transición de hoy y eso no se hace sin desgarro, sin conflicto ni traumas”.
En conversación con La Tercera, el columnista analizó el poder que ha ido adquiriendo en parte la ciudadanía y que se traduce en que hoy la elite ya no puede hacer lo que quiere tan libremente.
El asesor de empresas fue un poco más allá y aclaró que “la elite tendrá que adaptar sus conductas. Es un proceso muy desgarrador y doloroso cuando se den cuenta de que tendrán que cumplir la ley como cualquier hijo de vecino, o cuando se den cuenta de que las instituciones no están para protegerlas, sino que para fiscalizarlas. O cuando el acceso a las autoridades pasa a estar regulado, cuando la prensa te transforma en objeto de inquisición. El mundo cambió por completo, por eso comprendo tan bien ese desconcierto en que cayó la elite”.
El ex director de la Secom indicó que siempre es saludable que la elite pida perdón cuando las caga, sin embargo “está la tentación en la elite de creer que esto es pasajero y que la clase dirigente volverá a tomar el control como lo tuvo. Pero eso no será así. El que la opinión pública desconfíe de la elite es muy saludable. Es la única contención a la oligarquización. Sin embargo, estimo que esta transición la hemos hecho bastante bien, no sólo porque hay instituciones que lo han hecho bien, como las fiscalías, sino porque la misma clase política, con la agenda Engels, pese a todos los problemas que pueda haber, sigue siendo un ejemplo”.
Tironi analiza en este tema y aseguró que “la clase política chilena ha sido más o menos sensible a este cambio que la clase empresarial. La clase política ha demostrado mucha menos capacidad de adaptación que la que ha mostrado la clase empresarial. Lo que ocurre en el grupo Penta, donde los controladores se retiran, lo que hizo Matte ante la colusión en el papel tissue, marcan un hito. Uno ve una reflexión crítica más profunda en la clase empresarial de la que está haciendo la clase política”.
¿Está de acuerdo con la opinión de algunos, como Enrique Correa, respecto de que la elite se autoinfligió un error muy serio al permitir que se calificara el financiamiento irregular de la política como corrupción?
La caída de ME-O
En una semana que estuvo marcada por el análisis que realizó Tironi en La Segunda contra el ex candidato presidencial y fundador del PRO, Marco Enríquez-Ominami, asegurando que el gran ganador de la encuesta CEP, Giorgio Jackson, era el antime-o porque hacía las cosas bien, ahora con La Tercera vuelve a repasar al cineasta.
“Marco Enríquez-Ominami ha sido a la cultura progresista de este país lo que Sebastián Piñera ha sido para la cultura conservadora, es decir, personas que parecen haber resuelto todo mediante la astucia, donde el ingenio, la intrepidez les han permitido blindarse ante cualquier accidente, escándalo o desliz, los que les eran perdonados hasta ahora por sus adherentes. ME-O, en ese sentido, era el chico listo, el muchacho travieso que hace tropelías, pero tiene una cierta simpatía y candor, una cierta desfachatez que es seductora. Eso se reflejó en esto de postergar la declaración ante fiscalía, porque tenía muchas invitaciones de universidades importantes en el mundo, de decir que había declarado todo y después en que se sepa que no es así, todo eso ha producido un cierto grado de hartazgo”.
En cuanto a la estrategia de ME-O, Tironi afirmó que “lo que le falló es lo mismo que le falló al senador Jorge Pizarro o a Jovino Novoa en su momento: el estimar que podían seguir girando sobre la astucia, el camuflaje y la impostura. En repetir conductas que en el pasado les eran funcionales y que ahora son resistidas. Hasta hace un tiempo, que un político pidiera permiso para asistir a un evento deportivo era normal, estaba “en su derecho”. Que alguien dilatara comparecer ante un fiscal porque tenía invitaciones al extranjero formaba parte de los beneficios de ser poderoso, de ser parte de la oligarquía. Que un empresario que era descubierto en un acto ilícito alegara que era parte de una persecución política y reclamara contra el fiscal afirmando que “no tenía calle” era normal. Hoy, en cambio, nada de eso se permite. Hubo, por ende, una muy equivocada lectura. El problema es que esto se aprende a través de los golpes”.