warnken
“Brotes verdes” se titula la columna del poeta, profesor de literatura y conductor de programas de cultura, Cristián Warnken, publicada en El Mercurio, donde analiza la coyuntura y la visión pesimista avalada por las magras cifras económica (crecimiento lento, cobre bajo e inflación alta) y el desplome de la actividad política, a propósito de los casos que han revelado el malicioso vínculo entre el dinero y las campañas.
Para el poeta, la expresión -usada en economía- “en tiempos de sequía y desertificación tan evidentes, esa imagen que apunta a signos de esperanza y revitalización me parece una metáfora feliz, de la que se ha abusado un poco en estos días y en una sola dirección”.
En ese sentido, y como hombre de letras, Warnken asegura que el pesimismo que golpea al país, o más bien el ánimo en toda su dimensión humana no puede pender de las vicisitudes de las actividades antes mencionadas.
“Nuestras expectativas no pueden ser tan precarias como para pensar que, porque la economía y la política se desploman, todo está perdido. Hay más, muchísimas más dimensiones en la realidad humana que las de la macroeconomía y la macropolítica. En las grietas de las rocas de los países del norte de Europa suelen brotar las llamadas flores saxífragas. No hay nada tan hermoso como imaginar una saxífraga estrellada naciendo en el intersticio de un muro devastado. Esa hierba que florece de noche es la que hay que buscar también aquí, con ardiente paciencia y con pasión de botánico o espeleólogo, con una lupa que permita ver lo grande en lo pequeño. Chile es un país muy largo (y es verdad que, a veces, un poco estrecho), pero en esta loca geografía de rincones hay muchos hombres y mujeres, y sobre todo muchos jóvenes, que están llevando adelante proyectos inusitados y riesgosos, sueños cargados de ilusión y gratuidad, y todo eso tiene un olor a futuro que nos puede devolver el alma al cuerpo”.
El hombre que condujo alguna vez “La belleza de Pensar, donde desfilaron una pléyade de novelistas, poetas, ensayistas, científicos y otros pensadores, cierra su columna de opinión manifestando que en medio de este aparente clima de devastación, de desánimo, de apatía, “cuando escucho historias de pioneros de toda especie en las latitudes más extremas, me recargo de vitalidad. Entonces apago el televisor y espero. Porque hay que esperar con serenidad que se caiga todo lo que quede por caer todavía y también hay que esperar que florezca todo lo nuevo que tenga ímpetu por nacer”.